miércoles, 8 de octubre de 2008

El perro con dos narices del Barrio de la Gloria


Tenía 15 años. Fue en el año en que ganamos el Mundial de México. Con el Gonza salimos a andar en bicicleta. Cruzamos el Acceso Sur, por donde no se tiene que pasar. Es que no queríamos meter la bicicleta por el puente. Decí que fue durante la siesta, que no pasa ningún coche. Nos mandamos para el lado del barrio de la Gloria. Llegamos y no había nada. Eran las 3 de la tarde clavada. Hasta los murciélagos dormían la siesta. “Dale, entremos por acá”, me dijo el Gonza. “¿Quién te dijo que aquí hay un perro con dos narices?”, le pregunté yo. A esa altura era cuestión de creer o no creer, porque una cosa es que te lo digan en el barrio, sentado en la vereda del kiosco y otra cosa es que te lo digan ahí mismo. Me paralicé. Tenía miedo. ¿Por qué iba a tener miedo? A ver, qué te pasaría a vos si de repente te encontrás con un chco con dos narices. Seguro de que te asustás.

El Gonza le metió primera en la bicicleta y por un rato me dejó solo. Vi cómo se metía en los pasillos de las casas de ahí. Ni una mosca volando. Parecíamos los únicos sobrevivientes de una bomba atómica, porque se ve que a esa hora hay que dormir la siesta y no hacer otra cosa más. 

“Ya lo vi: está allá”, me dijo el Gonza, señalándolo. Es verdad: estaba allá, a unos 20 metros de mí. “Listo, volvamos”, le dije. Agarramos la bici y volvimos, otra vez, agarrando hacia el Oeste, cruzando el Acceso Sur.

Cuando llegamos nos esperaban los muchachos con el mate y la cerveza, esa extraña mezcla que se toma sólo durante las siestas. “¿Y, existe el perro con dos narices?”, nos preguntaron. Tuve que decir que sí porque sí. En realidad, para serte sincero, yo tengo muy buena vista, pero cuando lo vi al choco estaba a unos 20 metros de mí. No sé si tenía dos narices. Puede ser que sí, puede ser que no. Yo creo que no…, pero sí.

Muchas veces, con tal de comerme un garrón, tuve que admitir que vi desde platos voladores hasta simonkis en las acequias, con tal de quedar bien con los fanáticos que fueron a ver una cosa sabiendo que quizá no podía existir pero que sí o sí tenía que existir para que se concretara ese sueño de fanático. 

Años después, o sea, ahora, veo que en Internet aparecen fotos de perros con dos narices, como la que sale en este post. Creería entonces que existen perros con dos narices y puede ser que haya alguno en Mendoza. Lo que yo dudo es si el espécimen que vi en el barrio de La Gloria era uno de ellos. 

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